viernes, marzo 16, 2007

Palabras de amor

Debido a una dislexia realmente grave, la pobre Azucena nunca pudo decir "te amo" a ninguno de sus trescientos doce periquitos. En lugar de eso, le salía un raro "te mao". Una empresa china se hizo eco del caso, y ahí la tienes, a la pobre Azucena, malpagada y rodando anuncios del vulgarmente conocido "Té Mao".

sábado, marzo 10, 2007

Liendres con apetito comen pipas facundo

Doña Liendre Hormíguez observó un problema de falta de apetito en su querido hijo Facundo Afenecer, así que no dejó pasar más tiempo, y esa misma noche, Apetito Gómez estaba en casa de doña Liendre, urdiendo un plan para meterse en Facundo y que éste quedase por fin saciado.
Ya de madrugada, Apetito, sibilino, se metió en Facundo a escondidas, entrando en él por un brazo cuando Facundo estaba dormido. Apetito se situó en su bazo, pues Facundo, al tener un estómago tan vacío, tenía mucho hueco para el resto de órganos, llegando a tener dos Hammond B4 y un B2 "Made in Taiwan". Con los días, Facundo empezó a saciarse poco a poco, pero a su vez, Apetito comenzó a tenerse a si mismo -a tener apetito-, ya que al estar escondido dentro de Facundo, no podía alimentarse. Mucho sufría el pobre Apetito, pues famélico y sin fuerzas no lograba encontrar el camino de salida de Facundo, topándose sólo con el de salido -demasiado pequeño para salir, pese a estar ya bien delgado-. Halló su hueco en un lugar extraño; vacío, pero lleno a la vez. Paradójicamente, se trataba del alma de Facundo Afenecer. Una tarde borrosa, Apetito escuchó desde dentro de Facundo una frase que lo mató: !Adiós, Guzmán!
Con esta frase, Apetito cayó fulminado del alma de Facundo, adivinando qué era lo que se moría en el alma cuando un amigo se va. Un apetito. Doña Liendre, espabilada, empezó a despedir a todas sus amistades para matar apetitos -dos al día- y estar escultural para la próxima operación vikinguil de mayo del sesenta y tres.
"¡Guapa!" le gritan sus propias liendres.

sábado, marzo 03, 2007

Entre a vivir en la larga cola de Amaranto y pague ahora en cómodos plazos.

Amaranto era un ser mezquino y adicto a las filas, aunque a decir verdad, nunca desdeñó una buena cola.
Una madrugada, Amaranto caminaba pensativo por la Ví a Lacteana cuando de repente vio un grupo de personas garrulas y sin principios peleando por colocarse -en principio- en el final de una larga cola sin fin ni principio.
Amaranto decidió entrar a vivir en ella, y se colocó detrás de la señorita Rúcula y delante del señor Espeso, no sin haber escuchado antes las protestas de ambos.
Espeso resultó ser aparejador, así que tras tres trienios de cola, no dudó en aparejar a Rúcula con Amaranto. Pasó el tiempo, y esta desafortunada pareja tuvo Ruculitos y Amarantitos, con el lógico desagrado de Rúcula, que jamás sintió nada por Amaranto excepto una ligera comezón en la oreja derecha.
Rúcula era boniata de día, y por las noches institutriz. Así que, aprovechándose de esto y en un acto vengativo, una tarde institrujo a Espeso el aparejador por sorpresa, y éste quedó institruido de por vida para deshonra de su familia.
Una mañana, Rúcula se fue a hacer la cena y, cuando regresó a la cola donde vivía, vio que su marido se había movido cinco puestos hacia atrás y le montó un pollo. La cena estaba insalubre, y la escena era humillante: Amaranto avanzaba en la fila con su pollo en su espalda mientras éste graznaba "¡Arre!", a una velocidad de tres puestos por día.