En mi espacio Sideral
Bernardo era un tipo rudo. Mediana edad (1,67m), pero plantado sobre la tierra. Su gran duda en la vida, y lo que prácticamente le quitaba el sueño noche tras noche, era algo normal para muchos, pero quizá extraño para otros: ¿Por qué los seres humanos teniamos dos codos?
Así me lo preguntaba con una mirada casi desesperada, sentados en la terraza de una moto de la marca Vespa. El sillín era mullido, pero, ¿por qué no siete codos? En tiempos no muy lejanos ya habia gente que usaba tres o cuatro, pero en la actualidad habia gente que incluso sólo tenía uno o como Bernardo que, harto de tanta miseria, decidió quitarse los dos.
El otro dia tuve que volver a rascarle una oreja y, muy agradecido, me dijo sonriente:
-Tengo unas coderas para tí.
Una sonrisa iluminó mi rostro y, sin pararme a pensar, le respondí:
-Bernardo, ¡Yo te presto orgulloso mis caderas!
Ahora era su cara la iluminada;
-Gracias mil, por fin podré decir eso de: ¡Pies!, ¡¿Para qué os quiero?!
Nos fundimos en un fortísimo abrazo (sobre todo yo) y nos marchamos para casa.
Bernardo salió corriendo con su cadera nueva y, aunque sin abrirse paso a codazos, lo hizo muy a prisa para llegar raudo a casa y estudiar -sin hincar los codos- para su examen del martes.
Le ví alejarse a galope sin tiempo casi para pedirle auxilio, y así fué. Según me levanté, me desparramé por los suelos al carecer en ese momento de caderas, y mis gritos de auxilio fueron absorbidos por el alcantarillado urbano.
Fue desde allí donde contemplé la desgracia. Mis codos aun desnudos de coderas, impactaron en el suelo, haciendo explosionar esta bomba que es el planeta Tierra. Una vez concentrado en el interior, expulsó con una inmensa ira todos los restos por la galaxia.
Aquí me encuentro yo, flotando en el espacio sideral, rodeado de restos arqueológicos, tales como yogurteras, caleidoscopios, o este ordenador personal. Casualmente aparecen volando a mi derecha dos caderas...
...aprovecho para ponerme de pie.
Así me lo preguntaba con una mirada casi desesperada, sentados en la terraza de una moto de la marca Vespa. El sillín era mullido, pero, ¿por qué no siete codos? En tiempos no muy lejanos ya habia gente que usaba tres o cuatro, pero en la actualidad habia gente que incluso sólo tenía uno o como Bernardo que, harto de tanta miseria, decidió quitarse los dos.
El otro dia tuve que volver a rascarle una oreja y, muy agradecido, me dijo sonriente:
-Tengo unas coderas para tí.
Una sonrisa iluminó mi rostro y, sin pararme a pensar, le respondí:
-Bernardo, ¡Yo te presto orgulloso mis caderas!
Ahora era su cara la iluminada;
-Gracias mil, por fin podré decir eso de: ¡Pies!, ¡¿Para qué os quiero?!
Nos fundimos en un fortísimo abrazo (sobre todo yo) y nos marchamos para casa.
Bernardo salió corriendo con su cadera nueva y, aunque sin abrirse paso a codazos, lo hizo muy a prisa para llegar raudo a casa y estudiar -sin hincar los codos- para su examen del martes.
Le ví alejarse a galope sin tiempo casi para pedirle auxilio, y así fué. Según me levanté, me desparramé por los suelos al carecer en ese momento de caderas, y mis gritos de auxilio fueron absorbidos por el alcantarillado urbano.
Fue desde allí donde contemplé la desgracia. Mis codos aun desnudos de coderas, impactaron en el suelo, haciendo explosionar esta bomba que es el planeta Tierra. Una vez concentrado en el interior, expulsó con una inmensa ira todos los restos por la galaxia.
Aquí me encuentro yo, flotando en el espacio sideral, rodeado de restos arqueológicos, tales como yogurteras, caleidoscopios, o este ordenador personal. Casualmente aparecen volando a mi derecha dos caderas...
...aprovecho para ponerme de pie.
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