viernes, octubre 27, 2006

Gota, gota, gota

Tras el mostrador se encontraba la figura de un hombre escuálido de avanzada edad, con mirada atenta y sonrisa de bonachón.
-Buenos días. Mi nombre es Conceso. Bienvenido a mi aparatorería. ¿En qué puedo ayudarle?
-Buenos días. Verá; estaba buscando un objeto extraño: se trata de un reloj con frenos. ¿Sabe de alguno?
-¡Por supuesto, caballero! ¡Oiga, que la duda ofende! Tenemos varios modelos, pero permítame decirle que, dado su carácter transhumante, este de aquí le viene a usted al pelo.
Don Epidio, pese a estar calvo como un sapo partero, se calzó el reloj y, efectivamente, le sentaba como un guante. No habían pasado cinco segundos, cuando Epidio hizo uso del freno. Fue una frenada fugaz, pero tampoco brusca. En ella, pudo contemplar cómo Conceso giraba velozmente para advertirle de algún tipo de peligro, pero enseguida quedó congelado a medio camino, con la mirada perdida en algún punto entre una fregona y la estantería de "Huecos macizos". Dichos huecos tenían un cuerpo de escándalo. Uno de ellos llegó a Miss hueco. Don Edipio los piropeó, pero se mostraron indemnes e incólumes.
Epidio salió a la calle. Aquél era un día lluvioso, un día en que había decidido frenar para siempre la evolución humana. El silencio era el más absoluto que jamás había concebido. La lluvia permanecía congelada gota a gota, formando una escalera tan irregular como infinita que subía hasta el mismísimo cielo. Emprendió camino hacia la primera nube, y fue allí donde vivió un tiempo. Después, bajó y se fue a casa, harto de comer nube sin sus adoradas patatas.
No pasó a los anales de la historia como "el último hombre que subió al cielo y volvió", pero así fue.

11 Comments:

Anonymous Anónimo dijo...

Bravo

(la palabra es impepinable?)

10/27/2006 2:22 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

o he tipo mas gradiso, y no sale en los libros... jesucristo consiguio andar sobre las aguas, y esta asta en la sopa, y este que consiguio subir al cielo y todo.. lo que al otro le costo 3 o 5 dias de verano; desde luego es una infusticia!!!!!!

10/28/2006 2:29 a. m.  
Blogger Eleuterio Gálvez, el cónsul temerario dijo...

Conceso no pudo aguantar el peso de la eternidad y, ya que nadie lo bajaba, como al del madero, decidió volver a casa cuando el hambre se le hizo insoportable. Prefirió volver a sus patatas, que probablemente eran de alguna cadena de comida basura, cuya ingesta de seguro acelerará su muerte. Como el deceso de los otros también ha quedado suspendido, no tendrá Conceso problemas para hallar una plaza en el cielo.

10/28/2006 2:45 p. m.  
Blogger Eulalia dijo...

Mire, Gavanido,
usted es un pedazo de poeta de relumbrón que nos tiene embobaos a todos con sus juegos de prestidigitación (lo he escrito bien a la primera, que conste) verbal, pero se le ve el plumero.
Un beso.

10/29/2006 10:40 a. m.  
Blogger Gavanido dijo...

Querida Eulalia nuestra:
Su comentario desconcierta y preocupa a Gavanido.
Mi memoria es peor cada día, y no recuerdo a cuál plumero de todos se refiere usted: ¿se refiere al plumero primero, o quizás al cuarto plumero?
Desde que usted puso su comentario esta mañana, no puedo dormir, y mi equipo de colaboradores tampoco. Se puede decir, pues, que nos ha aguado la siesta.
Reciba un caluroso gesto de saludo.

10/29/2006 5:36 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Respetado y admirado Señor Gavanido: Es usted muy grande. Muy, muy grande. Deberían erigirle una estatua en Alcorcón (o en cualquier otra ciudad, siempre que fuere crisol de cultura y encrucijada de caminos, claro).

P.S. 1: En su defecto, en lugar de la ereccion, con perdon, de la estatua, podría regalársele un cateter con incrustaciones de diamantes falsos.

P.S. 2: Juraría que yo ya había escrito este comentario hace unos días. Los misterios de las bitácoras son insondables, como usted bien sabe.

10/30/2006 7:47 a. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

Así de caprichosos son los anales...

10/30/2006 6:10 p. m.  
Blogger Eulalia dijo...

Pues se relee usted la historia y saca usted sus consecuencias.
Si no encuentra los plumeros, se fastidia; pero es evidente que cualquier establecimiento con tal número de cachivaches tiene que tener unos cuantos, de lo contrario Epidio tendría que haberle pasado el pañuelo al reloj antes de calzárselo.
O sea, ya, hombre.
Un beso, de todos modos.

10/30/2006 8:18 p. m.  
Blogger Gavanido dijo...

Amable Eulalia, trataré de leer la historia que, a decir verdad, no sé de qué va, porque la escribí sin leerla.
Lo haré, aunque temo fastidiarme, como dice usted.

10/31/2006 9:42 a. m.  
Blogger Eulalia dijo...

Mire usted, Gavanido:
Sin perjuicio de su avatar, si yo tuviera ganas, edad, salud e inteligencia suficientes, se iba a enterar usted de lo que vale un peine, un reloj, un plumero e incluso de lo que usted escribe.
Así que, fíjese bien.
Un beso.

10/31/2006 6:09 p. m.  
Anonymous Anónimo dijo...

"La lluvia permanecía congelada gota a gota, formando una escalera tan irregular como infinita que subía hasta el mismísimo cielo". Una imagen realmente sublime. Enhorabuena por este blog que descubrí ayer y del que ya me he leído más de la mitad. Prestidigitación verbal, sí, puede ser. ¡Me encanta!

Aníbal

1/25/2007 6:29 p. m.  

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