El goce de Arnulfo
Arnulfo era una de esas personas que gozaba de buena salud. Su vecino Hemérito, pese a ser tuerto, gozaba de su propia esposa, pero Arnulfo no hallaba el placer de ese modo. Él sólo gozaba con su buena salud. Esto era algo bochornoso, pues al saludar por la calle, emitía gemidos y alaridos cercanos a la catársis. Y es que Arnulfo estaba siempre como un roble.
Arnulfo era saludófilo, y esta patología fue tratada urgentemente por su médico de cabecera. Así, mientras Arnulfo dormía, su médico de cabecera, desde la cabecera de su cama, le hablaba y le inducía por hipnosis a no gozar de su buena salud. Esto tuvo efectos colaterales, y Arnulfo empezó a fijarse en otras saludes. Tanto fue así, que su salud se sintió extremadamente celosa, y cayó en la infidelidad por despecho.
De este modo fue como Hemérito -tuerto desde los veinte años, una úlcera, ciática, migrañas, un par de catarros al mes y un quiste sebáceo en proyecto- encontró en la salud de Arnulfo alguien en quien confiar de verdad. Se divorció de su buena mujer, y se fue a vivir con su buena salud a Alcorcón.
A las tres semanas de convivencia, Hemérito empezó a gozar de una gran salud. También salud empezó a gozar de un gran Hemérito. Pero fue Hemérito quien experimentó cambios notables en su vida, gracias a su nueva salud. En vez de recuperar su ojo perdido, fue el otro el que empezó a crecer hasta el punto de que el globo ocular se confundía con un globo aerostático, tanto, que lo elevó. La salud de Arnulfo se había confundido de ojo. Hemérito, volando y volando, tocó techo y fue allí donde produjo sus últimas tres obras mediocres y donde murió de hambre, solo y sin su salud. Es decir, insalubre.
Arnulfo era saludófilo, y esta patología fue tratada urgentemente por su médico de cabecera. Así, mientras Arnulfo dormía, su médico de cabecera, desde la cabecera de su cama, le hablaba y le inducía por hipnosis a no gozar de su buena salud. Esto tuvo efectos colaterales, y Arnulfo empezó a fijarse en otras saludes. Tanto fue así, que su salud se sintió extremadamente celosa, y cayó en la infidelidad por despecho.
De este modo fue como Hemérito -tuerto desde los veinte años, una úlcera, ciática, migrañas, un par de catarros al mes y un quiste sebáceo en proyecto- encontró en la salud de Arnulfo alguien en quien confiar de verdad. Se divorció de su buena mujer, y se fue a vivir con su buena salud a Alcorcón.
A las tres semanas de convivencia, Hemérito empezó a gozar de una gran salud. También salud empezó a gozar de un gran Hemérito. Pero fue Hemérito quien experimentó cambios notables en su vida, gracias a su nueva salud. En vez de recuperar su ojo perdido, fue el otro el que empezó a crecer hasta el punto de que el globo ocular se confundía con un globo aerostático, tanto, que lo elevó. La salud de Arnulfo se había confundido de ojo. Hemérito, volando y volando, tocó techo y fue allí donde produjo sus últimas tres obras mediocres y donde murió de hambre, solo y sin su salud. Es decir, insalubre.
6 Comments:
Entonces, ¿no siempre es bueno gozar de una buena salud?
Mercurio maaaaaaalo.
Pues se parece mucho a la vida de unos cuantos que yo me sé...
Se conoce que esta vez le ha traicionado a usted el sub, o el in, consciente.
Un beso.
Eulalia, se refiere usted al "crecer de ojo", ¿no?
No, Gavanido, no.
Me refería a la inducción a sufrir por hipnosis...
Un beso.
Entonces murió insolubre...
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