Romana
Leopolda Carráspez, neurocirujana de 32 años, parecía una persona normal, pero había comprado una romana para pesarse los pechos el primer sábado de cada mes.
Observó, durante un año, que el peso siempre era el mismo. No obstante, ella gustaba de posarlos en la balanza, y por ello siguió disfrutando diariamente de esta práctica hasta su último día, apuntando el peso religiosamente en un libro de notas. A su muerte, encontraron el libro manuscrito con dos números -624, 632- repetidos infinidad de veces en sendas columnas. Nadie sospechó jamás nada.
7 Comments:
Le pesarían lo mismo toda la vida, pero te aseguro que cada día estaban mas colgados.
qué dolores de espalda debía tener la pobre Leopolda!
jajjaja.. brutal. Muy bueno el dibujo. Es familia de aquellos que se guardaban la casa dentro? pregunto.
Iluestre ilustrador, parece usted una persona muy ilustrada. Sus ilustraciones son muy lustrosas. Hace un lustro que queria decírselo y por fin me he decidido.
Si las pesara con balanza de precisión si podría detectar tumores, pero con una romana no.
Sólo quiero remarcar que Leopolda no se pesaba el melonar para detectarse nada. Al principio lo hizo por curiosidad y, más adelante, por exótico placer fetichista. ¡Menuda era ella!
PD: El ilustrador os da las gracias por vuestros amables comentarios. En tres meses no ha cobrado un duro (ni pienso pagárselo próximamente), pero ha recibido dos pseudoelogios femeninos. Es feliz.
¿eso son kilos?
La pobre Leopolda murió esa noche ahogada por sus propios pechos sin poder escribir aquella mañana 824, 832...
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