Anduriña dónde estás
Cuando llamaron a su puerta, a las media y cuatro de la tarde, Aparajito saltó de la cama, legañoso él -pues era de Legañés-, corriendo y dispuesto a estrenar cuanto antes su nuevo televisor de plasma, último modelo, de tropecientas pulgadas e inmejorable resolución que compró en 1937. Al no haberse inventado el plasma, Aparajito pagó con sus dos riñones por semejante producto, y ése era el tercer motivo por el que no comía ni bebía.
Ya vestido, sentado en su sofá, desnudo, Aparajito cambiaba de canales como un poseído por P. Botero -de profesión, satanás-, sin ver más que tres segundos en cada uno.
Después de siete horas de usar el mando, se percató de un pequeño botón al lado del control de volumen. En él había una efe adornada con un trozo de seda natural que lo circuncidaba. No lo dudó, y lo pulsó. El número uno salió en la pantalla de su televisor, pero nada más pasó. Decidió pulsarlo otra vez, y entonces salió un dos, pulsó repetidas veces hasta que llegó al cincuenta, pues Aparajito era terco como pocos. En ese momento, en pleno concurso de jóvenes promesas de la música, apareció sin venir a cuento un sincero y franco tirador qué ejecutó de un francazo a uno de los dos chicos que interpretaban a dueto "Anduriña dónde estás", continuando como si nada hubiera pasado con el programa. Aparajito, asombrado, cambió rápido a uno de sus telediarios favoritos para probar suerte con su presentador odiado. Pulsó la efe hasta cincuenta veces, y el plató quedó vacío. El plato también se vació, pues la ternera guisada con patatas y zanahorias estaba deliciosa.
Cada vez que bajaba a la calle, Aparajito llevaba en su bolsillo su mando a distancia, y no dudaba en pulsar la efe, hasta cincuenta veces, en cuanto lo necesitaba. Gustaba de usarlo a diario, especialmente en la cola del supermercado, y no pasaba una semana sin que Aparajito ejecutara limpiamente a trescientas sesenta y siete personas.
Pero Aparajito y su plasma fueron descubiertos. Los ciudadanos que tenían ese modelo de televisor jugaban a exterminar seres odiosos como si tal cosa. Sin en guardo, las autoridades, tolerantes y talantantes, aprobaron el uso de este mando a distancia, y con los años todo el mundo tenía uno en casa.
Para no extendernos, la humanidad se exterminó a si misma, y hoy el planeta solo lo habitan siete millones de mandos a distancia con la efe desgastada que, civilizadamente, campan a sus anchas por los bares, también dándose a la bebida y a la autodestrucción, pero respentándose entre ellos.
Aprendamos la lección.
Ya vestido, sentado en su sofá, desnudo, Aparajito cambiaba de canales como un poseído por P. Botero -de profesión, satanás-, sin ver más que tres segundos en cada uno.
Después de siete horas de usar el mando, se percató de un pequeño botón al lado del control de volumen. En él había una efe adornada con un trozo de seda natural que lo circuncidaba. No lo dudó, y lo pulsó. El número uno salió en la pantalla de su televisor, pero nada más pasó. Decidió pulsarlo otra vez, y entonces salió un dos, pulsó repetidas veces hasta que llegó al cincuenta, pues Aparajito era terco como pocos. En ese momento, en pleno concurso de jóvenes promesas de la música, apareció sin venir a cuento un sincero y franco tirador qué ejecutó de un francazo a uno de los dos chicos que interpretaban a dueto "Anduriña dónde estás", continuando como si nada hubiera pasado con el programa. Aparajito, asombrado, cambió rápido a uno de sus telediarios favoritos para probar suerte con su presentador odiado. Pulsó la efe hasta cincuenta veces, y el plató quedó vacío. El plato también se vació, pues la ternera guisada con patatas y zanahorias estaba deliciosa.
Cada vez que bajaba a la calle, Aparajito llevaba en su bolsillo su mando a distancia, y no dudaba en pulsar la efe, hasta cincuenta veces, en cuanto lo necesitaba. Gustaba de usarlo a diario, especialmente en la cola del supermercado, y no pasaba una semana sin que Aparajito ejecutara limpiamente a trescientas sesenta y siete personas.
Pero Aparajito y su plasma fueron descubiertos. Los ciudadanos que tenían ese modelo de televisor jugaban a exterminar seres odiosos como si tal cosa. Sin en guardo, las autoridades, tolerantes y talantantes, aprobaron el uso de este mando a distancia, y con los años todo el mundo tenía uno en casa.
Para no extendernos, la humanidad se exterminó a si misma, y hoy el planeta solo lo habitan siete millones de mandos a distancia con la efe desgastada que, civilizadamente, campan a sus anchas por los bares, también dándose a la bebida y a la autodestrucción, pero respentándose entre ellos.
Aprendamos la lección.
16 Comments:
Una manera muy cobarde de conquistar el mundo.
Con mandaos a distancia.
:/
Venga, venga, el mundo a distancia tampoco es tan mal invento. Peor lo tienen los cinéfalos.
Es que, hay que reconocer, que Aparajito era un poco plasma.
¿Qué hubiera ocurrido si la efe hubiera estado boca abajo?
Esta historia me ha puesto sobre aviso, desde ahora tendre mas cuidado al cambiar la tele. A ver si me va a salir la f por la culata y no puedo seguir dandome a la bebida.
Espero que no se cumpla aquello de que no se escarmienta en cabeza ajena...
Pues he probado con todos los mandos que tengo apuntando a mi suegra. Como único resultado visible, sigue engordando. No hay manera, oiga.
Señor ese:
Piense usted, si no lo ha hecho a estas alturas, que los mandos tomaron el control remotamente, y así fue.
Coco becerra:
Es usted el tercer coco que aparece por aquí.
Recuerdo que, cuando era un bebé, mi buena madre me decía: "Tenga cuidado, Señor Gavanido, si no se duerme vendrá el coco".
Quizá debido al insomnio, ahora han venido tres.
Coco:
Creo que echaré una siesta urgente con los dedos de los pies apretados, técnica usada en la provincia de Perogrullo para "dormir fuerte", y descansar así cinco horas en el espacio de veinte minutos -periódico conocido por su amarillismo y su falta de sinceridad a la hora de premiar blogs-.
humo:
Yo que usted no le preguntaría eso a un mando a distancia; a pesar de ser pacíficos, suelen morder a gente como usted.
Miguel Ángel:
Baje usted de ahí (que está sobre aviso), deje la tele y corra a terminar el sepulcro del Papa Julio II.
O le castigará con el azote vil.
Niha:
No sufra usted más; en cinco minutos entraré en su blog a desconcertar al personal como usted hace.
Luigi:
Lo primero que ha de hacer, es llevar a su suegra a un programa de televisión. Hoy en día es fácil; puede hacerla cantar, o el fantoche. Una vez la tenga en pantalla, siga apretando; no se si se le ha ocurrido que las cosas, cuando se hinchan, terminan explosionando de modo espectacular y ruidoso.
Gracias a todos por comentar. Por cada treinta y nueve comentarios, me dan una vida extra.
Suyo en fiestas de guardar:
Gavanido.
Beato Gavanido:
Espero no equivocarme al leer entre líneas su alivio ante la llegada de un tercer coco. Evidentemente, podría haber sido peor; que lo que llegara fuera un tercer ojo, esos caprichosos que se abren donde menos se lo espera el aparato del receptor.
Correspondiendo a su confidencia, le confesaré que la imagen con la que me sosegaba mi señora madre para que conciliara el sueño, -las madres, siempre desviviéndose por sus criaturas,- era con la aparición de El Hombre de la Horchatería Valenciana, quien me convertiría en sorbete de piña.
Ave maría sinsemilla.
O_o
quedé anonadada
Desde luego que sin dios este el de los mandos a distancia, casi pierdo la presencia de animo ante tal vision de futuro..desde luego que yo ahora mismo le enchufo un cable al mando y asi a modo de correa le tengo controlado, yo siempre quise que heredaran el mundo las termitas...pero es que los mandos a distancia...que aberracion!!!
Yo por si acaso ya me he deshecho de mi mando a distancia, a 2 kilómetros y medio concretamente, le podía haber alejado a más distancia pero entonces sería un mando a tomar pol culo y no es plan.
Y cambiando de canal...digo de tema feliz exterminio a todos, tampoco ha sido tan doloroso.
Cosas de locos muy cobardes.
Y esto en que canal lo han dado, oiga?
Bonito homenaje a Satyajit Ray. Felicidades por su plasticidad.
¡Qué miedo, parece una historia de Ibáñez Serrador!
Señor Gavanido, ha plasmado muy bien la historia.
Es que los pobres mandos están perdiendo la paciencia, todo el rato sobándolos, deberíamos dejarlos en la distancia, pastando, que es donde tienen que estar.
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