Pecho cargado
Floripepa Malaganes pensaba a sus tiernos catorce años que su pecho estaba cambiando. Y así fue.
Hoy por hoy, con treinta y cinco años, cuando la ven pasar los jóvenes exclaman con vulgaridad: "¡Cuántas tetas tiene!". Y están en lo cierto, pues Floripepa cuenta con nada menos que novecientos setenta y un pechos y tres pezones sueltos, todos ellos de un tamaño, digamos "estándar" y una turgencia envidiable por muchas.
La conocí en un foro sobre papiroflexia (aplicada a la espectrografía molecular). Quedamos un día para tomar un café en Rollados, pues ella vivía cerca, a unos doscientos setenta y siete kilómetros. Cuando la vi la reconocí enseguida; ella llevaba un sombrero pintoresco tal y como acordamos. Quise darle un abrazo, pero no hubo por dónde coger el tema, pues ese día carecía yo de brazos. Fue difícil no hablar de lo que resultaba evidente a la vista: mis ridículas antiparras del siglo pasado, y el hecho de que estaba desnudo, con sólo unos calcetines del siglo pasado también.
Nos despedimos efusiva y cálidamente con la mano desde lejos, ella se fue con sus novecientos setenta y un pechos, y yo acabé, tras diversas aventuras y comprar el periódico, en un cuartelillo turco donde conocí a un monosabio catadrióptico que me contó la próxima historia.
Hoy por hoy, con treinta y cinco años, cuando la ven pasar los jóvenes exclaman con vulgaridad: "¡Cuántas tetas tiene!". Y están en lo cierto, pues Floripepa cuenta con nada menos que novecientos setenta y un pechos y tres pezones sueltos, todos ellos de un tamaño, digamos "estándar" y una turgencia envidiable por muchas.
La conocí en un foro sobre papiroflexia (aplicada a la espectrografía molecular). Quedamos un día para tomar un café en Rollados, pues ella vivía cerca, a unos doscientos setenta y siete kilómetros. Cuando la vi la reconocí enseguida; ella llevaba un sombrero pintoresco tal y como acordamos. Quise darle un abrazo, pero no hubo por dónde coger el tema, pues ese día carecía yo de brazos. Fue difícil no hablar de lo que resultaba evidente a la vista: mis ridículas antiparras del siglo pasado, y el hecho de que estaba desnudo, con sólo unos calcetines del siglo pasado también.
Nos despedimos efusiva y cálidamente con la mano desde lejos, ella se fue con sus novecientos setenta y un pechos, y yo acabé, tras diversas aventuras y comprar el periódico, en un cuartelillo turco donde conocí a un monosabio catadrióptico que me contó la próxima historia.
4 Comments:
Don Gava: No sé, hay algo en esta historia en que noto un cambio de estilo... ¿por casualidad no se habrá soltado el hombrecillo atado y lo ha suplantado?
Aparecido Cónsul:
Comprendo su preocupación y me hago cargo del cambio de estilo, ya que no he dicho "historieta", como tiendo a hacer, sino "historia". Esto habrá podido marear a más de uno como usted, y probablemente haya ya quien no sepa ni en qué blog se encuentra.
Para subsanar dicho esputo en mi blog, me retiraré tres meses más a buscar una manera más apropiada de escribir últimas palabras, dado que ésta ha levantado inducciones suspicaces y alguna que otra ampolla.
Suyo los días doce y los que se aparca en la derecha.
Gavanido
Es la historia de un amor como no hay otro igual que diría la cantate. Ahito de emociones quedo....
Jopé. Ha llegado un momento en que usted escribe con más frecuencia de la que yo leo.
Qué tiempos y qué costumbres.
Será la crisis, que nos tiene amagados.
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