La funesta historia de Fatuo y su fuego
Fatuo era un joven nacido en la provincia de Encendedor. Lejos de ser un pirómano, a Fatuo siempre le habían gustado los incendios. Por eso, el día de su consagración como ratero, decidió poner un incendio en su salón. Sus ventanas ardieron con una belleza nunca antes vista. Parecía que las llamas saludaban a Fatuo con tímidos movimientos, y esto le cautivaba cada vez más. Fatuo observaba embelesado, sin darse cuenta de que él comenzaba también a arder. Después de unas bonitas cenizas y de dos horas de adorable incendio, el forense apareció tan súbitamente como la muerte de Fatuo. Se dispuso a levantar su cadáver pero, pese a estar éste en cenizas no pudo hacerlo por unos incómodos dolores de espalda. Fatuo le ayudó y de esta forma fué levantado a si mismo y el forense pudo llevarlo en hombros hasta el tanatorio. Por el camino, Fauto le repetía que por favor le incinerasen otra vez y, a ser posible, una segunda, pues quería mantener viva la llama de la muerte hasta el último momento.
Hoy en día, cada vez que en la provincia de Encendedor encienden un encendedor, una cerilla o un espantajo, todos recuerdan con ternura al carismático Fatuo.
Hoy en día, cada vez que en la provincia de Encendedor encienden un encendedor, una cerilla o un espantajo, todos recuerdan con ternura al carismático Fatuo.
8 Comments:
Docto Gavánido:
Siempre nos ilustra Usted con tiernas historias, estoy conmovido.
Que hermoso dedicar unas líneas a Fatuo, de origen tan poco humilde, por todos conocida su procedencia de la descomposición de materias orgánicas.
Aunque peor aún lo tiene su primo Flátulo, que mejor olvidar su procedencia, aunque en Encendedor sostienen que también arde.
Cada vez que encianda un cigarro me acordare de este calido personajillo, bueno, o quizas no, ni yo me fio de mi memoria.
Todos recordaremos a Fatuo. No por su afición a las llamas incontroladas, sino por ser de los pocos privilegiados en acudir a su propio entierro y encenderse una vela mientras ardía con ella.
Saludos.
¡Vaya, hombre! ¡Ahora que he dejado de fumar y he puesto vitrocerámica en la cocina!
Un final tan romántico merece ser recordado cada día a la hora del telediario, pero como no tendré a mano un miserable mechero, me conformaré con cantar lo de la Parrala.
Deduzco que, además, era alcohólico de vocación: no quiero ni imaginarme los fuegos de artificio que produjera su hígado!
Hola estoy creando un periódico digital y me gustaría que colaborases conmigo.
Agrégame a Messenger y hablamos.
Un saludo. Jose Guillermo. Lonuestro27@hotmail.com
Nunca deja de sorprenderme señor Gavanido, me ha impactado tanto su historia que precisamente ahora que festejamos el día de muertos realizaré un digno requiem a Fatuo... estan todos invitados, habrá bocadillos...
Especialmente en enero.
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