¿¿Hola??
Nolasco, aunque intentara disimularlo con todas sus fuerzas, fue siempre consciente de su invisibilidad. Se podría decir que, en cierto modo, su condición de invisible le condicionó la vida.
Donde más sufría Nolasco era cuando tenía que pedir en un bar lleno de gente. Como todo invisible que se precie, Nolasco era incapaz de levantar la voz por encima del cuello de su camisa -él la expulsaba por su páncreas-, y mucho menos por encima de las cabezas de la multitud demandante. De modo que lo único que podía levantar a la hora de pedir en la barra era su transparente brazo. Al mismo tiempo que hacía esto, inclinaba su cuerpo hacia delante y abría la boca para ganar tiempo y tenerla ya abierta cuando el camarero de turno se acercara, adoptando así su particular "posición de pedir". Posición que, por otra parte, jamás le funcionó, pues los ojos de los camareros nunca encontraban los de Nolasco. Era entonces cuando Nolasco se sumía en una profunda depresión y, avergonzado, sin girar el cuello, miraba de reojo de izquierda a derecha cual péndulo de reloj, para averiguar si los demás clientes se percataban del vejatorio ridículo al que había sido sometido. Repetía la experiencia unas cuantas veces, hasta que la humillación era tan grande que huía sin pedir.
Un buen día, Nolasco, crecido, salió decidido a tomar su tortilla de media mañana. Entró en el bar y se dijo: “no me iré de aquí hasta que no me hayan servido”. Y así fue.
Treinta y dos años después, entre las ruinas del antiguo bar Papías, se puede divisar la silueta de un escuálido brazo en ángulo de noventa grados, con el dedo índice todavía erguido. Se trata de Nolasco que no ceja en su empeño y, rodeado de ladrillos, tuberías y un alféizar bajo la barbilla, espera pacientemente su pinchito de media mañana, invisible, y con bastante rubor.
Donde más sufría Nolasco era cuando tenía que pedir en un bar lleno de gente. Como todo invisible que se precie, Nolasco era incapaz de levantar la voz por encima del cuello de su camisa -él la expulsaba por su páncreas-, y mucho menos por encima de las cabezas de la multitud demandante. De modo que lo único que podía levantar a la hora de pedir en la barra era su transparente brazo. Al mismo tiempo que hacía esto, inclinaba su cuerpo hacia delante y abría la boca para ganar tiempo y tenerla ya abierta cuando el camarero de turno se acercara, adoptando así su particular "posición de pedir". Posición que, por otra parte, jamás le funcionó, pues los ojos de los camareros nunca encontraban los de Nolasco. Era entonces cuando Nolasco se sumía en una profunda depresión y, avergonzado, sin girar el cuello, miraba de reojo de izquierda a derecha cual péndulo de reloj, para averiguar si los demás clientes se percataban del vejatorio ridículo al que había sido sometido. Repetía la experiencia unas cuantas veces, hasta que la humillación era tan grande que huía sin pedir.
Un buen día, Nolasco, crecido, salió decidido a tomar su tortilla de media mañana. Entró en el bar y se dijo: “no me iré de aquí hasta que no me hayan servido”. Y así fue.
Treinta y dos años después, entre las ruinas del antiguo bar Papías, se puede divisar la silueta de un escuálido brazo en ángulo de noventa grados, con el dedo índice todavía erguido. Se trata de Nolasco que no ceja en su empeño y, rodeado de ladrillos, tuberías y un alféizar bajo la barbilla, espera pacientemente su pinchito de media mañana, invisible, y con bastante rubor.
16 Comments:
La fatalidad es ineludible.
¿Y sí hubiese conseguido ser atendido?
¿El cafelito le habría provocado ardores estomacales o al ser invisible también era ignífugo?
¿El pinchito era era de tortilla de patata? ¿En este caso, de dónde provenían los huevos de la misma, en qué estado se encontraban?
¿Es Gavanido un profeta en su tierra? ¿Quizá un oráculo esdrújulo que a través de una fabula de animales humanos nos advierte sobre un nuevo brote de salmonella recalcitrante?
Quilo sa...
Saludos amigo y cuídese de la mayonesa acechante.
Si no fuera porque usted ha escrito que Nolasco hablaba con el páncreas, hubiera jurado que se trataba de mi propia biografía. Yo, como puede usted suponer, siempre me quito el páncreas de la boca antes de hablar. Secuelas de la vetusta educación secular que uno ha recibido.
Le deseo un feliz fin de semana. Afectuosamente, flexos convexos.
Una vez más (no sé si conscientemente) Gavanido mezcla el mejor humor con trazos más "serios" que subyacen por debajo de la historia... Por ejemplo, en ¿¿Hola?? y (como bien señala Peca) en ¡Qué vergüenza de tortilla! ¡Es ridículo! , los protagonistas se comportan como si padecieran fobia social. Y el maestro del monillo describe con gran acierto y viveza, en pocas palabras, algunos rasgos de esa angustia que padecen los fóbicos sociales (también llamados "bisos raros").
im dsñifp
ops, quise decir "un saludo" jeje.. tenía las manos desplazadas un lugar a la derecha en el teclado...
En realidad en ese bar trabaja un camarero invisible, que le sirvió a Nolasco un pincho de tortilla invisible. Lo sé porque en mi juventud frecuentaba aquel lugar, y aquel día yo estaba allí y lo vi todo.
ciertamente extresante eso de pedir en un bar lleno de gente, cuando por mas que grites el camarero no te ve, pero este pobre hombre lo lleva demasiado lejos, el dia que pase por alli le dare un chaleco reflectante de lo de los accidentes, a mi me funciona.
niño, que escribes con una imaginación y una lógica dentro del absurdo, que te la envidio... eres genial.... felicitaciones trasatlánticas, desde la argentina, de un colega que te conoció de casualidad y te admira y te leerá siempre, ansioso...Va un abrazo en Cilencio.
Pd. te voy a dar una desilución, los hombres invisibles son ciegos, porque su invisibilidad, les impide recibir la luz. lo lamento. por tu amigo. anda a saber como ha muerto, quizá por cruzar sin rer la luz roja y una ferrari que venía acelerando...
Si hubiera llevado un spray de bocina...
Qué ternura. Si pasa por allí me lo manda usted para mi casa, que ´últimamente ando un poco necesitada de nieto. Yo le haré desayunos que no olvidará.
P.D., que no se ponga el chaleco reflectante que le va a regalar Miguel Ángel hasta que no llegue a mi puerta, porque la gente murmura enseguida.
Un beso.
Oscuras noches:
Como bien dice Coco, si no fuera porque la historia habla de Nolasco, pensaría que era mi misma persona que en ocasiones ( en especial cuando tiene que pedir algo en la barra de un bar) se vuelve invisible, aunque segundos después se le pasa, porque sus amigos, los de mi persona, la ven ( ¿o serán ellos también invisibles y no se lo han comentado?). En cualquier caso, experimento un sentimiento de profunda solidaridad hacia Nolasco, porque a estas alturas debe tener muchísimo hambre...
Un cariñoso fado y un aplauso para todos
我是墨 西哥人我不是西班牙人我也是西 班牙人你是中国人吗我学习汉语我爱你我很高兴我常吃中国80饭牙人我也语我爱你我是西 班牙人你是中国人吗我学习汉语我爱你我很高
suscribo lo que dice jackie chang.
Saludos!!!
Lo que cuenta Vaderetrocordero me causa perplejidad: no pudo ver a dos invisibles. Aún más, Nolasco jamás se enteró del pincho y de quien se lo servía, a menos que se demuestre contrastadamente que un invisible ve a otro de su condición.
Por la misma razón, no suscribo lo que propone Jackie Chang, salvo "你我是西".
Si es que este Nolasco era un cabezón. Qué le costaba dedicarse a afanar los pinchos de los otros clientes, beberse sus cañas y hacer uso de su condición de invisible para no ser descubierto. Podría haberse convertido en un auténtico gourmet del pincho hispánico, haber hecho catas durante todo el día e incluso haber aparecido en la portada de la famosa "Guide Michelon de pinches". Lástima que al ser invisible no se le vería y sus amigos no le hubiesen creído.
Agradecido por este hambriento relato.
Gracias a quienes han elogiado a Gavanido y sus escritos. Pronto recibirán su mísero cheque.
Pero veo que casi todo el mundo manifiesta cierta simpatía y/o lástima por Nolasco. Bien. Sepan ustedes que él pensaba vengarse del mal trato recibido haciendo un "sinpa" de escándalo.
Ahora que ya lo saben, mediten a qué clase de individuo están apoyando con sus actitudes solidarias, y recuerden:
nunca sean solidarios con alguien que vive bajo escombros.
Un pomo.
Gavanido.
Yo sé de una que después de hacer un "sinpa" fue a contarselo orgullosa a una de sus amigas, que resultó ser la hermana del dueño del bar. En ese momento también le hubiese gustado volverse invisible,pero entonces el resto de los allí presentes nos hubiesemos perdido su cara y un buen harton de reir. Sepa que a mi Nolasco no me da lastima, simplemente me da pena.
Me gusta tu blog, es muy diferente.:)
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