martes, febrero 26, 2008

¡Populachos a mí!

Sotobanco de Tres, harto de mandar a la gente a la mierda y ver que no le obedecía, decidió mandar a la mierda a la gente. Así, ni corto ni perezoso, subió a la azotea con un cubo de excrementos que recogió durante toda la semana, y lo catapultó al populacho.

lunes, febrero 18, 2008

Gurrumino el negro

Docentina era carnicera de día, y enterradora de noche. Pero Doncentina no se sentía ni una cosa ni la otra; en realidad, era una maestra frustrada.
Su padre, en su buen obrar, levantó un tabique. Después, tuvo la genial idea de comprarle a Fibrulio -el taxidermista- una veintena de niños disecados para que su hija Docentina pudiera ejercer la docencia en secreto y en sus ratos libres.
Allí, en el garaje, la clase entera observaba atentamente desde el más allá las explicaciones de Docentina, sin formar algarabía. De este peculiar modo se sentía realizada, y castigaba sólo a los niños que según ella se quedaban mirando a las musarañas.
Todas las mañanas, tras recobrar la compostura, pasaba lista respondiéndose a si misma, ya que a sus alumnos "parecía que se les había comido la lengua el gato": Saeto ¡Presente! Mejunje ¡Presente! Panfleto ¡Presente! Escrupulario ¡Presente! Inyecto ¡Presente! Gurrumino ¡Presente! Gorjoterilia ¡Presente! Harmiliano ¡Presente! Lingotero ¡Presente! Sotomonte ¡Presente! Jeremías ¡Presente! Filipepo ¡Presente! Urticario ¡Presente! Eboleriana ¡Presente! Esputero ¡Presente! Cenicera ¡Presente! Envoltorio ¡Presente! Esperpencio ¡Presente! José Antonio ¡Presente! Presente ¡Presente!
Para romper la monotonía, Docentina se tiraba tizas en la nuca y se giraba rápidamente, tratando de averiguar quién de sus veinte alumnos había sido. Como ninguno de ellos confesaba, les imponía un castigo esférico colectivo apilándolos en menudillos, mientras ella se sacaba al aire sus grandes cátedras y se las fustigaba en cuatro por cuatro con una regla, produciendo en la síncopa extraordinarios gritos de alcanfor. Los vecinos oían sus berridos pero no se asustaban, pues sabían de las turbias perversiones de Docentina, y cada maestrillo tiene su librillo.
Cuando llegaba la hora del recreo, los niños aprovechaban para descansar, y no salían al patio a dar guerra como hacen los niños vivos.
Pero en junio, Docentina se cansó de la dura vida de maestro. Anunció que su clase se había estancado, pues nadie había pasado de curso, y decidió enterrar a todos sus alumnos, como cualquier buen profesor haría con sus amados repetidores.
Aunque a decir verdad, no enterró a todos; guardó como recuerdo a Gurrumino, quien todavía hoy posa simpáticamente sobre la televisión del dormitorio, esbozando una sonrisa y con una tiza en la mano.
Otoños después, una tarde de un año, Docentina pensó en unirse al gris destino de sus alumnos y, mediante un complejo proceso diseñado por ella misma y que ni la ciencia actual ni usted podrían comprender, comenzó a taxidermizarse de los pies a la cabeza, y así se quedó, rellena de paja y más inmóvil que un febrero.
Vivió disecada cinco semanas y tres días sin entender nada, y luego murió.

sábado, febrero 09, 2008

Viaje infinito

Cacerolo era, hasta el día de ayer, un licenciado en Misoginia por la Universidad Imaginaria de Corcos del Valle (UICV). Además de misógino, Cacerolo era coleccionista de verrugas en sus ratos libres, llegando a tener hasta doscientos treinta y cuatro millones de verrugas en su rato libre derecho, algunas incluso con nombre de pila. Su favorita era Panasonic, aunque no despreciaba a las marcas blancas. No como usted, ¡Bruja consumista! Pero siga leyendo. En un viaje rutinario de su ajetreada vida, Cacerolo y sus verrugas divisaron una ridícula estrella que iba por delante de ellos durante todo el camino. Pisó a fondo el acelerador y, como los segundos en la vida de Cacerolo pasaban más rápido de lo normal, logró cogerla. La sentó en el asiento del copiloto y puso música circense para amenizar el encuentro. Pronto, vio cómo sus años de carrera no habían servido de mucho y que en realidad había estudiado para ser un auténtico Ignorante (marca registrada, no acepte imitaciones).
La relación entre Cacerolo y su estrella creció, como su vecina tras cenar. Juntos, decidieron hacer su viaje infinito, y así continuaron durante años, queriéndose como sólo los entes de la Constelación 45-B, 4º, 8 saben hacerlo, es decir, juntando sus gónadas en un terrario los domingos. A tan sólo tres kilómetros de infinito, su abnegada estrella le susurró al oído: "Cacerolo, no cambies nunca", y efectivamente, Cacerolo no cambió y se estrelló contra un muro en tercera, perdiendo un colirio, dos ágapes y la vida en el mismo momento.
Estrella voló de nuevo lejos a su cielo, y allí vive apenada por tan patética pérdida, mientras que la Universidad Imaginaria de Corcos del Valle (UICV) eliminó la carrera de licenciado en Misoginia por dañar ésta el firmamento.

lunes, febrero 04, 2008

¡Que se mueran los feos!

El pobre Anatolio nació con la cara caducada. Era un absoluto frotaseco. Pese a sus curiosas deformidades, no pudo evitar que los sabios inventasen una nueva palabra que le definiera. "Frotaseco" cayó en desuso, y la gente comenzó a utilizar "feo" para denominar a semejantes especímenes.
El cinco de febrero, fecha del nacimiento de Anatolio, se consilodó en su honor el "Día del Feo Trabajador". Ese día, todos los feos del planeta salían a la Calle Sin Vergüenza -número diecisiete-, donde se encontraba la cafetería "El Rubor". Hasta su llegada allí, caminaban avergonzados y sin levantar mucho la mirada, por miedo a ser escrutados por la gente bella. Una vez dentro, nadie podía imaginarse lo que pasaba en "El Rubor"; había feos depresivos, feos sumisos y sometidos, feos apáticos y sin vivencias, feos traumáticos, feos traumatizados, feos meticones y hasta feos lectores.
Pero Anatolio no era así; Anatolio era una persona positiva. Prueba de ello eran sus infinitos diplomas, que le acreditaban como ganador de todos los concursos de perdedores a los que se había presentado, y que él lucía con orgullo. Era un perdedor en toda regla, el mejor. Esto era sabido dentro de "El Rubor", y con el tiempo, Anatolio fue elegido y eregido presidente de todos los feos.

Anatolio y su talante supieron poner a los feos en el sitio que les correspondía. Poco a poco vencían sus miedos, y salían a la calle otros días además del cinco de febrero. El planeta se pobló de feos, y la gente bella empezó a ser marginada. Éstos hacían dietas de sobrepeso para coger kilos, y acudían a cirujanos para deformarse como el que más.
Empezó a haber matrimonios feos, que a su vez tuvieron hijos extraordinariamente feos, y como consecuencia de ello Anatolio logró, por fin, que los guapos se extinguieran prácticamente en su totalidad.
Feliz por haber cumplido su objetivo, decidió cumplir un año más y afearse un poco con arrugas nuevas. Trágicamente, este año de más acabó con su vida, pues Anatolio, de feo que era, estaba ya muy prieto y al crecer, su pómulo derecho topó con su nariz, propulsando ésta contra el suelo y haciéndole morir por axfisia, un tipo de asfixia muy rara con algunas consonantes intercambiadas
.
Desde entonces, todos los cinco de febrero, se rinde homenaje a Anatolio asesinando a un guapo en la plaza pública.
Abríguense, que falta poco.