sábado, julio 29, 2006

¡A mis brazos!

"El pelo: esa materia claramente inteligente y con sentimientos que, el día que tienes un acontecimiento importante, él solito cobra vida, toma decisiones, y se encarga de dejarte en el peor de los ridículos."
A esta conclusión llegó Rocallo Bermúdez el día de su boda, mientras se cortaba los brazos para tener una excusa perfecta sobre su 'extraño' peinado.

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viernes, julio 28, 2006

La Cosa Entrañable


Cuando viajó a Ferma, Asteria se hospedó en el Hostal de Los Deslamparados, un hotel de cuatro o cinco estrellas en la escala de Richal. Tan pronto obtuvo las llaves, subió a espuertas a cambiarse para acudir al "XV Congreso de Enterrados por Error". En esto andaba cuando, de debajo de la cama, surgió una criatura con patas de pollo que la miraba lastimeramente desde sus enormes ojos. No tenía cabeza, sino una gran cara de andoba bonachón en medio de la barriga, y unas minúsculas alas de urogallo. Se dirigió hacia ella, dando torpes saltitos. Abrió la bocaza, y balbuceó a las claras: "Asteria, soy yo. Te etrulio". Asteria, fascinada, acogió a la cosa maravillosa entre sus brazos y se la colocó bajo la axila. El fenómeno parlante respiraba agradecido, e hizo un gesto acomodaticio de placidez, como si hubiera vuelto al lugar de donde procedía.
De pronto, y sin previo aviso, irrumpió en la habitación un botones, exclamando: "¡Al sótano! ¡Al sótano!". La criatura chilló, rodó al suelo, e intentaba escaparse saltando torpemente por la habitación. Fue capturada tras un breve forcejeo sin interés, y se la llevaron envuelta en celofán. La cosa aún acertó a decir: "¡Asteria, ayúdame!¡Piensa en los calcetines!", y acto seguido empezó a proferir chillidos aspirados, mientras se la llevaban al sótano, sin mediar explicación.
Asteria se quedó consternada. Cuando preguntó en recepción qué era aquel ser multiforme y circense, le dijeron que "usted no ha visto nada". Cuando insistió, le invitaron a abandonar el hotel.
Asteria jamás volvió a experimentar aquella cálida plenitud bajo la axila.

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jueves, julio 27, 2006

¡Pescadilla!

Rigoberto era egoísta desde los doce años de edad. El día de su treinta cumpleaños, había llegado a ser tan egoísta, que su ombligo creció más que él y se lo comió.

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martes, julio 25, 2006

El asesinato del asesino de Catalino Meneses

"...illetes, pofvó..."
"...illetes, pofvó..."
-Caballero, necesito su billete, pofvó.
-¡Oh! ¡Discúlpeme, estaba traspuesto! Pero siento decirle que no tengo billete.
-¡Malditos sean usted y todas sus amígdalas! ¡Cataplasma! No puede continuar el trayecto sin un billete, así que ha de saltar del tren ya mismo.
-Perdone. Es que, como le digo, me he quedado en coma un ratito, y creo que ya hemos pasado mi estación.
-¡Me da igual lo que me cuente! ¡Ahora mismo le tiro del tren de un puntapié!
-¡No! ¡No lo haga, se lo suplico! ¡Tengo que visitar a mi tía, que está en Ferma!
-No le servirán las excusas ¡Y ahora, salte!
-¡Espere un segundo! ¡Su voz me suena! ¿No se llamará usted Catalino Meneses?
-Pues sí, ese es mi nombre de pila bautismal.
-¿El famoso asesino?
-Sí. El mismo. Pero, por favor, no lo diga en voz alta. Aquí tan solo soy el revisor, y me da apuro...
-Esa voz... Sin duda, esa voz suya es la voz de usted. Jamás me pierdo uno de sus asesinatos. ¡A sus pies, don Catalino! ¡Le admiro!
-¡Venga! ¡Levante, levante! Sea discreto, buen hombre. Se lo agradezco. Para mí, es un halago su gesto.
-Y para mí es un honor estar arrodillado ante usted, Don Catalino, untándole sus zapatos de asesino con lágrimas de admiración. ¡Gracias por amenazarme!
-Bueno, hombre, no es para tanto. ¿Puedo hacer algo que le agrade?
-No.
-Bien, pues tome puntapié.
-¡Sí! ¡Mire, Mire! ¡Mire cómo ruedo pendiente abajo por usted! Mire, Don Catalino, cómo propulso mi cabeza e incrusto con ímpetu mi occipital contra el canto rodado común.
-Ya veo, ya...
-¡Mire, Don Catalino, cuán feliz soy! ¡Adiós, Don Catalino! ¡Adiós!
-Adiós, buen hombre.
"...illetes, pofvó..."
"...illetes, pofvó..."

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domingo, julio 23, 2006

Declaración de amor

Faustino salió a la calle, radiante, y vió a Brígida en la frutería, comprobando la turgencia de los tomates y palpando acelgas. Brígida era una muchacha caucásica, de encantos afrutados y formas melonáceas. Faustino no pudo soportar la idea de dejar pasar de largo a semejante mujer, y la asaltó lo más románticamente que supo. Se quitó la chistera, se guardó el bastón bajo la axila y, con una reverencia, habló así:
-Discúlpeme, encantadora damisela, pero no he podido dejar de fijarme en usted; su belleza es tal y sus maneras tan gráciles, que no me gustaría perderla de vista. Me complacería invitarla a un sifón y ayudarla con sus frutas.
Brígida aceptó encantada, pues era una jovenzuela muy clásica y le agradó el galanteo hortera y preguerra de Faustino.
Delante del sifón, Faustino se atusaba el bigote embrillantinado, pero no pudo contenerse más y, de repente, arrodillándose, se dirigió a Brígida y dijo:
-Verá, señorita, lo cierto es que mi devoción por usted me desborda. No puedo más, y deseo pedirle algo a toda costa. No se apure ni sofoque, no es ninguna indecencia.
Brígida, ajustándose las enaguas, se espantó un poco, pues ya pensaba que Faustino le iba a pedir la mano en matrimonio, pero no fue así. En vez de eso, dijo:
-¿Le gustaría formar parte de mi harén particular? No le costará ni un céntimo, y estará todo el día atendida. ¡La verdad, es una oportunidad única! Tengo la mayor colección del país de concubinas disecadas.
Le costó un esfuerzo desmesurado. Sudó como una cerda, pero Brígida consiguió hacerle tragar siete melones sin abrir. Eso sí, primero tuvo que romperle los dientes con el sifón y desencajarle la mandíbula a pulso. En total estuvo cinco horas. Tras esto, se negó encantada.

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sábado, julio 22, 2006

Sordera de B

Benito era ingracioso. Su máxima meta en la vida era arrancar una "risa agradable" a alguno de sus amigos o incluso familiares. En sus 33 años de vida lo había intentado todo: desde libros de chistes hasta cintas de Eugenio, pero jamás logró esbozar ni tan siquiera una sonrisa en cara ajena. Hay que reconocer que lo tenía difícil, ya que Benito era tan solo un abanico. Un día de calor, vino Clarita a abanicarse con él, y lo hizo con tanto ímpetu que se le cayó un brazo al suelo. Desde allí, Benito no dejó de agitarse como un locuelo, dando una ligera y fresca brisa por toda la habitación.
-¡Anda! ¡Qué brisa mas agradable!- gritó Clarita a brazo partido. Como Benito era sordo de "B", le pareció suficiente esa frase para morir en paz, pero entonces Clarita añadió: -Gracias, Benito, por esta brisa agradable-, y Benito murió en guerra, ingracioso y envidiando a Enito.

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jueves, julio 20, 2006

¡Menudo es Godofredo!

No se sabe exactamente en qué momento a Godofredo Almenárez -economista de 32 años del barrio espetequero de Albuquerque, y gran fanático de Antonio Molina- se le ocurrió empezar su limpieza názica de etnias musicales.
Godofredo Almenárez asaltaba a cualquier individuo que calzara auriculares, y comprobaba qué escuchaba. Si no era Antonio Molina, Godofredo Almenárez le daba un mordisco en la oreja, y seguidamente un tiro en la vejiga (en el medio). Después, Godofredo Almenárez lo arrastraba por una pierna durante veinte metros mientras le espetaba ingeniosos improperios inventados por él mismo, como "arbustetero", "espantapalíndromos" o "carpaparruja".
Actualmente, en su celda, Godofredo Almenárez sólo escucha a El Fary, y confiesa haberse convertido en su fan número uno casi sin darse cuenta. La población mundial, alertada y alarmada, está adquiriendo desesperadamente y con pánico toda la discografía farista, preparándose así para el momento en que Godofredo Almenárez salga a la calle. El propio Fary, precavido, se escucha a si mismo en una estructura cíclica y búclica, sobre todo cuando se tapa los oídos y habla.

lunes, julio 17, 2006

¡Oye! ¿Cómo va?

Cuando Sinforosa Migueláñez escuchó que las paradas del metro las pronunciaba ella misma, se enfureció y juró solemnemente prender fuego a las instalaciones del transporte suburbano, como justo y equitativo pago por utilizar su voz sin su autorización.
Pero después cambió de opinión, y no lo hizo; optó por demandarlos.
Ya casi tenía Sinforosa Migueláñez el juicio ganado cuando, el día del recital de paradas ante notario, fue atropellada por una cebra en el paso de peatones del juzgado, y perdió las cuerdas vocales. No las encontró, y no tuvo más remedio que ponerse cinco de guitarra y una sexta de banjo. No obstante, sin llegar a ortodoxo, el sonido era aceptable, y podía interpretar piezas clásicas para guitarra española con cierta soltura.
Sinforosa no pudo pronunciar las paradas, pero le salió un "Recuerdos de la Alhambra" arrebatador -con la ayuda de gárgaras supo solucionar el efecto de trémolo-. El público se entusiasmó hasta la médula lacrimal, y las puntuaciones no pudieron ser mejores. Pero el veredicto condenó a nuestra heroína a la silla eléctrica, por hacer perder el tiempo a La Ley, al no poder demostrar la autoría de la voz del metro. En el fatídico momento de la ejecución, en lugar de un grito, a Sinforosa le salió un inolvidable solo eléctrico de Santana. Los presentes, que eran muy fanáticos de Carlos, sintieron un fugaz escalofrío postmicción. Aplaudieron con hervor, y lamentaron haber mandado a la silla a semejante fenómeno. Esa noche no durmieron por la carcoma, pero a la siguiente, sí.

sábado, julio 15, 2006

Le urgía comprar un agujero, pero tenía la cuenta a cero

Buenaventura Morejudo nació en la época equivocada. Quiso ser flautista en un momento histórico en que se especulaba cruelmente con un bien necesario y primordial: los agujeros de flauta.
Tras muchas privaciones, Buenaventura se pudo comprar sólo tres, y con ellos aprendió a tocar La Misa de La Coronación, K.317,de Wolfang Amadeus Mozart. Con esta pieza y esta precaria interpretación, logró amasar una pequeña fortuna, suficiente para comprar los agujeros que le faltaban y desarrollar así su talento.
Pero Buenaventura se abandonó; no practicaba, y se vanagloriaba de usar sólo tres agujeros y dos notas, "pues los demás me sobran". Fue criticado duramente por estas declaraciones hechas a la prensa verde, ya que pocos podían tener apenas medio agujero para hacer los sostenidos justos para vivir.
Pero tras un enervante recital de un sábado, unos sabandidos asustantes le salieron al paso blandiendo gilifuegos. Le intimidaron y vejaron, robándole todos los agujeros de su flauta y un papagayo. Buenaventura, arruinado, sin medio de subsistencia y sin papagayo, vendió los orificios de su nariz por una suma irrisoria. Una mañana de verano, cuando ensayaba con su flauta sin agujeros, se le quedó atrancada en la glotis y se asfixió -según los forenses, "por falta de orificios". Su último pensamiento fue por y para la música: "Re#".

jueves, julio 13, 2006

Claudio Zamarreño, casi en pijama, va a por pan a las diez de la mañana

Claudio Zamarreño Miguélez se levantaba, como cualquier otro día normal, a las 10 de la mañana (por aquello de 'no dejarse'). Una hora perfecta para un parado más. Después de los bostezos, bajaba casi en pijama a la panadería y decía:
-¡Hola, Angustias! Lo de siempre, por favor.
Pero aquel día, no fue todo como pensaba. Angustias respondió:
-¡Oiga, usted! ¿Cómo conoce mi nombre?
-Pero, Angus... Soy yo...- gimoteó Claudio.
-¡Monstruo! ¡Psicópata! ¡¡Salga ya de mi panadería, o le desollaré y le orinaré encima!!
Muy asustado, huyó rápidamente a su casa, cerró con pestillo y corrió al espejo.
Nunca hubiese podido imaginar lo que iba a encontrarse. Aquel día, Claudio se había despertado con otra cara que no era la suya, y ni él mismo era capaz de reconocerse.
-¡¡San Dios!!- gritó frente al espejo- ¡¡Pero si estoy buenísima!!
Se puso el mejor traje de su mujer y salió a la calle.
Probó fortuna en una sucursal bancaria, y entró como si lo hiciera todos los días.
-Buenos días, ¡Oh, Gran Señora Directora, hacedora y amasadora de todas las riquezas de este, su banco! Sus esclavos somos.- le dijo un hombrecillo.
Se quedó atónito. Parecía encontrarse en una película americana/yanqui de domingo por la tarde, pero era cierto: ya no estaba en el paro. Además, era guapa y, por si fuera poco, mientras pensaba en ello, una secretaria escultural le pasaba una nota que decía: "Aseos mujeres, 12:30", así como también una mano por el trasero.
Acudió al aseo a esa hora, y la secretaria le robó la cartera, el reloj, el traje y hasta el tanga que tan bien le sentaba y, con él, la dignidad. Lloró amargamente, sentado en la taza, al comprobar que seguía siendo el mismo gilindroso pardusco de todos los días, pero con otra cara desconocida de mujer, y desnudo en unos aseos públicos.
Sin pensar mucho en lo que estaba haciendo -y consciente por primera vez de que allí los tenía-, comenzó a sobarse sus grandes y tersos melones.

miércoles, julio 12, 2006

Sección anuncios

Busco piso que esté cerquita. Interesados, llamen al teléfono de casa en mi horario habitual. Pregunten por mí. Gracias.
Nota: Si hubiera problemas con el teléfono de casa, pueden llamar al móvil.

martes, julio 11, 2006

Test de inquietud

Si usted tiene que contestar a la pregunta de un test, y le dan tres opciones, ¿Cuál de las tres elegiría?:

-a.) Respuesta b
-b.) Respuesta c
-c.) Respuesta a

lunes, julio 10, 2006

Barniz holandés

A veces, sentía la necesidad imperiosa de ingerir ciertos productos tóxicos cuyo olor le entusiasmaba. Tal era el caso del incienso indio Nag Champa o del barniz holandés, a cuya textura melosa no se podía resistir, hasta el día en que decidió prescindir de las leyes de la química. Se sentó a la mesa y, ceremoniosamente, con cuchillo y tenedor, se comió veinticuatro barritas de Nag Champa, y se bebió setenta y cinco centilitros de barniz holandés. Le pareció todo delicioso. Se limpió con la servilleta, se levantó y se fue a su rutina, pensando en catar pronto el champú con aroma a chicle.
Desde entonces, su piel se volvió más suave, y su aliento olía a menta. Sus músculos se tonificaron y sus huesos se engrasaron. Y, además, falleció.

domingo, julio 09, 2006

Rutina

Todos los días, a las 8:30, San Maurino Rufino cogía su flamante coche bomba y salía hacia el trabajo. A las 8:45, como todas las mañanas, en medio de un imponente atasco en la Gran Vía, su coche explosionaba y San Maurino salía desperdigado por ahí. Esta rutina le provocaba un poquito de ansiedad, pero el fin de semana no tenía que ir a trabajar y aprovechaba para descansar y recomponerse.

Anginas

-Estoy fatal; mi madre acaba de morir por anginas.
-¿Anginas? ¡Bah! ¡¡Eso no es nada, hombre!!

viernes, julio 07, 2006

The Pope

Como soy muy devoto y, además, muy meticuloso en temas audiovisuales, he decidido alquilar en Valencia cinco balcones y un sótano, con motivo de la visita de Su Santidad, para poder disfrutarlo en 5.1.

jueves, julio 06, 2006

Coplasti

Me tomaron por inculto, se rieron de mí y me vejaron. Pero aquí sostengo, triunfal, la prueba: al Oeste de España existe un gigantesco pueblo costero llamado Coplasti.



Fiel a sí mismo

Obtuso Arjona Matute, ciudadano de Alcorcón de 43 años, era un individuo querido por todos quienes le rodeaban; tenía el don de saber ser y estar. Era amigo de sus amigos y, ante todo, vecino de sus vecinos. También era novio de su novia e hijo de su madre, incluso se decía que podía ser hijo de su padre. Era empleado de su jefe y trabajador de su empresa, y nunca nadie negó que fuera habitante de su casa. Fiel a sí mismo hasta el último día, jamás se engañó con otro.
Tenía todas las características tópicas necesarias para ser un ciudadano de características tópicas. Y lo fue, hasta el día en que se convirtió en cabeza de turco de un grupo islamista de liberación. Actualmente, se pueden visitar sus doce tumbas oficiales repartidas por todo Camerún. Su madre va loca cada vez que acude a honrar su memoria.

miércoles, julio 05, 2006

Excedencia

-Buenas, ¿Qué te pongo?
-¡¿Cómo que qué me pone?! y, ¡¿Qué es eso de tutearme?! ¡¿Acaso no sabe quién soy yo?!
-Perdóneme, caballero. Ahora mismo no caigo...
-¡Lo que me faltaba por ver hoy!, ¡¡No me reconocen!! ¡Anacleto! ¡Mis credenciales!¡YA!
-Aquí tiene, Vuesa Ilustrísima Excelencia.
-¡A ver, usted..! ¡Métre..! ¡Coja una de esas tarjetas que le da mi súbdito, y léala en voz alta.
-Err... Sí, señor; DON PACO GÓMEZ REQUEJO, Avenida del Príncipe, número diecisiete, piso quinto, izquierda, Alcorcón.
-¿No pone nada más?
-Pues no, señor Paco. No leo nada más aquí.
-Bien. Pues gracias por su atención... me temo que he vuelto a levantarme siendo un Don Nadie. Buenos días. Vámonos, Anacleto.

martes, julio 04, 2006

Piraguas de aguas bravas

Después de años de convivencia, por fin mi gran amigo Ovidio había decidido casarse.
Allí estaba, en el restaurante, esperando mi opinión acerca de su traje de bodas.
Ya delante de la puerta, tragué saliva y entré con bastante temor, ya que Ovidio era muy sensible a mis opiniones. El color amarillo del traje era capaz de producirle un derrame de córnea a un lince ibérico, y los zapatos se confundían con dos piraguas de aguas bravas, capaces de cruzar el Amazonas verticalmente. Me senté raudo y, sin pensar en su reacción, dije:
-Ovidio, tu traje es horrible.
-Margareto, ¡eres un grandísimo hijo de puta!
-¡Ovidio por favor, no digas eso! ¡Pero si tus zapatos me encantan!
-Margareto, además de un hijo de puta, eres un hipócrita...
-¡Hasta aquí hemos llegado, Ovidio!

Tras esto, salí hacia el burdel en busca de mi madre, y perdí definitivamente mi amistad con Ovi.

lunes, julio 03, 2006

Ascensor

Anatolio era, lo que se dice, un ejemplar de vecino; cada vez que iba a coger el ascensor y oía una llave girar en la cerradura del portal, esperaba paciente a que su vecino entrara y subía con él.
Sin embargo, el día de San Cucufato Mártir de 1987, su vida cambió.
Anatolio abrió el portal y, sorprendido, escuchó cómo se cerraba la puerta del aparato elevador. No comprendió por qué, después de tantos años esperando a sus vecinos en el ascensor, no lo esperaban a él. Se enfureció, y maldijo entre dientes. Se sintió impotente. Se sintió simplón por sus absurdos buenos modales. Se le escapó un grito -¡Ascensor!-, y empezó a aporrear la puerta con manos, pies y cabeza, en señal de protesta. Se hizo sangre en los nudillos y la frente. Cuando, por fin, oyó la puerta abrirse en lo alto, aulló entre lágrimas de ira, como si no fuera él quien lo decía: -¡Mal vecino!¡Iré a por tí!
Y así fue. Vengativo y ruín, desde ese día, cada vez que tenía el ascensor en su poder, Anatolio se sentaba durante horas en la escalera y esperaba a que alguien abriera el portal para, inmediatamente, entrar y cerrar con un estruendoso portazo y pulsar su piso -el segundo-.
A esto dedicó los mejores años de su existencia. Y fue feliz.

domingo, julio 02, 2006

Palote

Harto de tanta incomprensión, Artemio decidió buscar en las páginas amarillas la "V" de "verano", la "E" de "escote", y la "M" de "minifalda", esperando encontrar a sus respectivos inventores para dar merecido fin a sus vidas, como venganza por haberle convertido en un sucio y depravado babeante del montón.
"¡Justicia!", gritó mientras los ejecutaba torpemente.

sábado, julio 01, 2006

Defunción

Cuando murió su abuela, Fraterno no se sorprendió mucho. Últimamente, tenía la siniestra sensación de que ya era hora de guardarla en una cajita y archivarla junto a un montón de desconocidos.

Emulgente E-412

-Hola, buenos días. Quería desayunar. ¿Tienen bollería industrial?
-Lo siento, caballero; no disponemos en este momento. Quizá quiera unas tostadas con miel natural de arce...
-Uhm... No. Está bien, pasaré sin bollería. Me trae, por favor, un zumo de naranja.
-¡Marchando! ¡Un zumo de naranjas valencianas recién exprimidas!
-¡No, no! Disculpe, yo le estoy hablando de una bebida refrescante de extractos con emulgente E-412, espesante E-407, edulcorante artificial y un 3% de zumo natural.
-Pues lamento decirle que no va a ser posible, caballero: tan sólo tenemos naranjas naturales.
-Vaya... ¡Bueno, pues por un día no creo que pase nada! Tráigame uno de esos zumos naturales.
-Enseguida. Y acepte nuestras disculpas; la cuenta corre a cargo de la casa.

Murió en el acto. Los excesos se pagan.

Abogado

-Está bien, Estefanía. Deja que lo consulte con mi abogado.
-¿Con qué abogado?
-¡Con el que tengo aquí colgado!
-¡Ja, ja, ja! ¡Cómo eres, Heriberto!
-¡Hablo en serio! Mira...

Estefanía palideció cuando vió a aquel señor de rostro amoratado y corbata a rayas, pendiendo de la lámpara del salón.