lunes, octubre 29, 2007

La funesta historia de Fatuo y su fuego

Fatuo era un joven nacido en la provincia de Encendedor. Lejos de ser un pirómano, a Fatuo siempre le habían gustado los incendios. Por eso, el día de su consagración como ratero, decidió poner un incendio en su salón. Sus ventanas ardieron con una belleza nunca antes vista. Parecía que las llamas saludaban a Fatuo con tímidos movimientos, y esto le cautivaba cada vez más. Fatuo observaba embelesado, sin darse cuenta de que él comenzaba también a arder. Después de unas bonitas cenizas y de dos horas de adorable incendio, el forense apareció tan súbitamente como la muerte de Fatuo. Se dispuso a levantar su cadáver pero, pese a estar éste en cenizas no pudo hacerlo por unos incómodos dolores de espalda. Fatuo le ayudó y de esta forma fué levantado a si mismo y el forense pudo llevarlo en hombros hasta el tanatorio. Por el camino, Fauto le repetía que por favor le incinerasen otra vez y, a ser posible, una segunda, pues quería mantener viva la llama de la muerte hasta el último momento.
Hoy en día, cada vez que en la provincia de Encendedor encienden un encendedor, una cerilla o un espantajo, todos recuerdan con ternura al carismático Fatuo.

viernes, octubre 19, 2007

La menor

Ofusco era un amante de la música y un virtuoso de la flauta. También tenía un portento de voz, pues la tenía tan ronca como ésta. Trabajó durante muchos años en el conservatorio de Alcorcón y, efectivamente, terminó muy bien conservado. Pese a su buena conservación y el cuidado que ponía Ofusco en la higiene bucal, no pudo evitar que a los cincuenta y ocho años le saliera su primer hueco de leche, lo cual le vino de perlas pues el aire fluía con mayor densidad por su nuevo hueco, adquiriendo un sonido especial en su flauta. Haciendo un solo magistral de flauta (BWV 1013 La m), Ofusco se creció, chocando violentamente contra el techo del anfiteatro y rompiendo la enorme lámpara que colgaba del cielo. Así mismo sus pantalones se le dieron de si mixolídio, y el cuello de la camisa adoptó el tamaño ideal para realizar un perfecto ahorcamiento, provocando un divertido tono morado en el rostro de Ofusco. Por dicho incidente, Ofusco fué despedido inminentemente, no sin antes cobrar el finiquito, el finiqui, el gabi e incluso el fofó. Volvió a casa de su madre en Corcos del Valle, dejando su perilla en Alcorcón como recuerdo de sus años de trabajo allí. Para agravar su triste situación, a Ofusco se le cayó una pena del año 55, lo cual le apenó aún más e hizo nacer otra nueva pena que agarró con contundencia para no perder y evitar caer en depresión por acumulación de penas por penas perdidas. Una noche, cuando el ronquido alcanza su máximo nivel de expresividad, la madre de Ofusco se despertó para entrar en la habitación de su hijo y darle de beber. Allí yacía Ofusco, agarrado a sus penas sin moverse de su cama y rodeado de huecos de leche. Ustedes no se ofusquen y por favor, agarren sus penas.

viernes, octubre 12, 2007

Chilla Chillida

En el pueblo de Villagordo del Hermoso se organizó un concurso para espantar a las flautas que tenían asolado al pueblo. Remeguncio Regimio, cuarenta y tres años, y de profesión altercador, consiguió deshacerse de ellas espantándolas con una rata que, al ser soplada, profería grotescos chillidos. Por este motivo, a la rata se le dió el nombre de Chillida, y cuando murió se le hizo una estatua sonora. Desde entonces, en Villagordo del Hermoso, pequeño pueblo perdido de la comunidad de Bajosetos, existe una escultura de Chillida en honor a tal acontecimiento. La historia continua, sí, pero debido a un malestar general en el codo, he de ausentarme. Sepan ustedes perdonarme y sepan ustedes a cebolla.

viernes, octubre 05, 2007

No fenece la fena

La familia "de Alcohol" fue siempre una familia muy respetada en el hospital. El señor Jocoso y su hijo Carlitos de Alcohol, a pesar de haber perdido juntos una treintena de pacientes eran considerados, si no los mejores cirujanos, sí los mejores alicatadores del centro. Una noche opaca, Carlitos de Alcohol encontró bajo su axila a los treinta pacientes de golpe, propulsándose por la falta de espacio contra una pared, y entrando de este modo en el mundo de nunca jamás. Allí, en ese mundo, Carlitos de Alcohol, nunca jamás volvíó a perder ningún paciente, al igual que nunca jamás volvió a vivir. Suena dramático, pero que nadie se alarme. Con esto sólo trato de explicar cómo Carlitos murió violentamente, con sangre y vísceras por todas partes.