¡A mis brazos!
A esta conclusión llegó Rocallo Bermúdez el día de su boda, mientras se cortaba los brazos para tener una excusa perfecta sobre su 'extraño' peinado.
Ahora escúchalo sin gracia
Buenaventura Morejudo nació en la época equivocada. Quiso ser flautista en un momento histórico en que se especulaba cruelmente con un bien necesario y primordial: los agujeros de flauta.
Tras muchas privaciones, Buenaventura se pudo comprar sólo tres, y con ellos aprendió a tocar La Misa de La Coronación, K.317,de Wolfang Amadeus Mozart. Con esta pieza y esta precaria interpretación, logró amasar una pequeña fortuna, suficiente para comprar los agujeros que le faltaban y desarrollar así su talento.
Pero Buenaventura se abandonó; no practicaba, y se vanagloriaba de usar sólo tres agujeros y dos notas, "pues los demás me sobran". Fue criticado duramente por estas declaraciones hechas a la prensa verde, ya que pocos podían tener apenas medio agujero para hacer los sostenidos justos para vivir.
Pero tras un enervante recital de un sábado, unos sabandidos asustantes le salieron al paso blandiendo gilifuegos. Le intimidaron y vejaron, robándole todos los agujeros de su flauta y un papagayo. Buenaventura, arruinado, sin medio de subsistencia y sin papagayo, vendió los orificios de su nariz por una suma irrisoria. Una mañana de verano, cuando ensayaba con su flauta sin agujeros, se le quedó atrancada en la glotis y se asfixió -según los forenses, "por falta de orificios". Su último pensamiento fue por y para la música: "Re#".